¿Sabías que Charles Frederick Worth fue el padre de la Alta Costura?

14 Mar

Cuando hablamos de Alta Costura siempre solemos hacer referencia a los principales diseñadores pero, ¿quién y cómo la inició? Pues la Haute Couture del siglo XX se fraguó gracias al gran modisto inglés Charles Frederick Worth.

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Worth (1825, Bourne-1895, París) su carrera en el mundo de la moda empezó como aprendiz de dos comerciantes de tejidos en Inglaterra en 1838. Su interés por el diseño y la confección le llevaron a visitar la Nacional Gallery y diversas colecciones de retratos históricos. Los detalles de los vestidos de aquellas pinturas le cautivaron y en ellas encontró la inspiración para sus diseños.

 En 1845 decidió trasladarse a Paris donde encontró trabajo como dependiente en Gagelin, una empresa de tejidos y accesorios para vestidos. Muy pronto se convirtió en el principal dependiente de Gagelin y abrió un pequeño taller de modistería para empresa. En aquellos años, Worth contribuyó a la reputación de la firma: sus diseños fueron exhibidos y premiados en la Great Exhibiton de Londres (1851) y en la Exposition Universelle de París (1855).

No fue hasta 1857 cuando por fin abrió su propio taller y tienda de modas en la Rue de la Paix de París. En él, Worth tuvo un éxito espectacular: las clientas elegían y se realizaban los modelos a medida. Durante unas décadas el concepto moda y alta costura se identificaron.

  “Durante unas décadas los conceptos moda y alta costura se identificaron”http://www.metmuseum.org      

Para Francia, este periodo de tiempo (conocido como el Segundo Imperio, 1852-1870) fue muy próspero: París se reafirmaba como la capital de la vida intelectual y política europea. La aristocracia, en parte por el gusto por la exquisitez que Napoleón III introdujo en su corte, adoraba el lujo, en el que también se incluían los vestidos y trajes. En este contexto, Worth y sus ideas revolucionarias para el momento lo convirtieron en el centro de las miradas en lo que a moda se refería. Por ejemplo, fue pionero a la hora de firmar sus diseños, al igual que hacían artistas de otros campos como la pintura o la literatura. Además, año tras año creaba nuevas colecciones, pero la cosa no quedaba ahí, sino que las presentaba con modelos de carne y hueso, por lo que también podemos decir que fue el precursor de los primeros pases de modelos. Algo que en la actualidad es tan lógico, en el último tercio del siglo XIX era impensable y supuso un avance muy original.http://www.metmuseum.org

 Las líneas de Worth eran sencillas: redujo la crinolina o miñaque (estructura ligera con aros de metal que mantenía abiertas las faldas de las damas, sin necesidad de utilizar para ello las múltiples capas de las enaguas), de modo que la falda caía plana por la parte delantera y recogió el exceso de tela por detrás. En ocasiones, sus trajes recordaban a una camisa de fuerza. El cuello, alto, estrecho y rígido, obligaba a erguir la cabeza, mientras que los sombreros, algo inclinados y de anchas alas, se decoraban con pesadas plumas de avestruz. Las mangas estaban ahuecadas en el hombro, se recogían en el codo y se estrechaban hasta la mano. Cubrían hasta los nudillos para no mostrar zonas indecorosas. Las faldas llegaban hasta el suelo y se ensanchaban en las caderas, cayendo en forma de campana. Su parte posterior estaba decorada con pliegues y rematada con una pequeña cola. Los zapatos y botines eran puntiagudos y se sostenían sobre medios tacones barrocos. Los complementos imprescindibles eran las medias de seda negra, los guantes ajustados y la sombrilla, que servía para preservar el tono blanco de la piel.

 

www.metmuseum.orgPara el día optaba por telas de lino, terciopelo y lana. Los colores eran pasteles claros o apagados como el rosa, azul o malva. Estos vestidos se engalanaban con galones, cintas, lazos y volantes. Para la noche, Worth recurría a la seda, las puntillas, la muselina, el tul, el crespón de China o el satén entre otros. Sus trajes presentaban ricos adornos y generosos escotes, pero eran imprescindibles los guantes largos para vestir los brazos y que no se vieran las manos desnudas. La palabra modisto se creó especialmente para calificar a Worth, que consiguió unir la técnica inglesa del corte con el derroche de elegancia propio de los franceses.

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Worth se convirtió en el modisto de la emperatriz Eugenia de Montijo (casada con Napoleón III) y de Isabel de Austria, quienes se hicieron retratar para la posteridad luciendo diseños en seda y tul bordados en oro de Worth. Sus diseños incorporaban elementos de las pinturas históricas que le inspiraban, sus excelentes telas y sus adornos hicieron el resto. Sus encargos llegaban de todas partes, incluso de Estados Unidos. Entre sus clientas se incluían estrellas del teatro y de la opera como Sarah Bernhardt, Lillie Langtry, Nellie Melba o Jenny Lind. Para ellas no solo confeccionaba sus vestidos para su vida personal, sino también para los espectáculos.

 Aunque las malas lenguas dicen que Worth no fue el primero o el único que organizó su negocio de un modo más “moderno”, su agresividad empresarial y su autopromoción le hicieron ganarse titulares como “Le père de l’haute couture” o “The firts couturier” en las principales revistas de moda, que llevaban su fama más allá de los círculos de la corte Francesa.
Tras el fallecimiento del genio en 1895, sus hijos se hicieron cargo del taller, que pasó de generación en generación hasta 1952, cuando el bisnieto de Worth se retiró.


Betrán

 

 

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